domingo, 4 de noviembre de 2012


OTRA HERMOSA LEYENDA





LA TELESITA  
La ternura popular la apodó Telesita, aunque no faltó quienes le dieran  nombre y apellido (Telésfora Castillo) para certificar su existencia. 
Cuenta la leyenda que vivía en la espesura del monte, del cual salía al escuchar los acordes melodiosos de la música. Sola, descalza y desgreñada llegaba y se ponía a bailar. Bailaba sola, embriagada en el delirio de la danza. Al amanecer partía rumbo a su monte familiar, por las costas del Río Salado.
En una fiesta no apareció. Los paisanos, extrañados por la ausencia, salieron en su búsqueda. Sólo encontraron su cuerpecito calcinado por las llamas.
Murió joven, casi una niña. Y desde ese día los paisanos la recordaban en todas sus fiestas. La recordaban de la manera que a ella le gustaba: bailando y cantando, disfrutando de la vida.
¡Quién sabe donde nació su culto! Tal vez fue casualidad, tal vez fue el destino, pero el pedido casi milagroso hecho a la pequeña Telesita se cumplió.
Y poco a  poco el baile fue tomando su nombre. Y había más gente que pedía. Que pedía lluvia, que pedía encontrar un animalito perdido, pedía por su salud deteriorada, pedía todo en el fragor del baile.
Este es un baile mágico, con un toque cabalístico ya que el promesante debe bailar siete chacareras y tomar él y su compañera después de cada vuelta, una copa de vino o licor; si llegara a sobrar los únicos que pueden beberla son los músicos.
Las "telesiadas" no tienen lugar ni fecha particular, están presentes todo el año. El promesante ofrece al baile, la música, el vino y las velas que se consumen en su honor.
Finalizando el baile se quema un muñeco de paja que la representa y que durante toda la fiesta está colgado en el alero del rancho, con una cortinita blanca detrás.
Aquí nuevamente están presentes los símbolos: el “blanco” de su pureza y virginidad, el “fuego” de su martirio y purificación y a la vez el elemento que la la hizo deidad en la creencia popular.  

LAS CUENTERAS FESTEJAMOS NUESTRO DÍA DE LA TRADICIÓN 

La Yerba Mate


 Leyenda Guaraní
          Yarí - i vivía cerca de la selva misionera. Era bella y joven, y cuidaba con afecto a su viejo padre, un indio casi ciego que se había negado a seguir el curso de la nómade tribu a la que pertenecían. " Ya no tengo fuerzas para cambiar de morada - explicó -.  Sólo les pido que se lleven a mi hija, cuya juventud merece la compañía de otros jóvenes y no esta soledad". Pero la joven afirmó: "Estaré donde tu estés; seré tu hija y tu hijo a la vez: aprenderé a cazar como hombre y a guisar como mujer".                                                     
  Y así fue. Solícita y cariñosa, Yarí - i  pronto aprendió a pescar, cazar y a recoger los frutos de la apretada selva donde habían quedado. Su padre, agradecido, rogaba a Tupá que recompensara a la joven por tantos desvelos.
          Cierto día, apareció en la casa, un hombre con hábito de peregrino, que no era otro que el mismo Tupá. Yarí - i lo recibió generosamente, cazó y cocinó para él un exquisito agutí y le preparó una confortable cama.
          Al día siguiente, el peregrino se preparó para partir "No me iré sin recompensarte - dijo -. Haré brotar una nueva planta que llevará tu nombre, y tú serás, desde ahora, la Caa - Yarí  inmortal". Diciendo así, el dios hizo nacer la yerba mate, cuyas virtudes refrescantes y terapéuticas son conocidas por todos los que la consumen.