lunes, 8 de octubre de 2012


VOLVER A LAS RAÍCES


Las cuenteras pensamos en lo importante que es rescatar las leyendas, y con ello nuestra identidad.



LA LEYENDA DEL IRUPÉ





ADAPTACIÓN

A orillas de la Laguna del Iberá , existía una tribu de indios guaraniés , en donde vivía una hermosa princesa india de nombre Piugtá* , que era muy bella y atraía las miradas de todos los jóvenes.
Acostumbraba a pasearse con su séquito, con el propósito de ser admirada y adulada por todos porque era muy vanidosa. Pero en secreto amaba a Morotíg*. Un apuesto y valiente guerrero, quien no escapaba a sus encantos.

Un día descansaban a orillas de la laguna y entre risas y juegos, propuso a sus servidoras una apuesta, la que consistía en tirar unas de sus joyas en la parte más peligrosa del agua, segura que uno de sus admiradores trataría de rescatarla.
Fue advertida por las demás-:¡Pero, princesa, es muy peligroso lo que propones!-
Ella no las escuchó y quitándose una de las más valiosas la tiró lo más lejos que pudo.
Morotig fue el primero en arrojarse al agua para tratar de conquistarla.

Todos aplaudieron y avivaron su accionar. Estaban seguros que en pocos segundos, el valeroso y buen indio saldría triunfante con el trofeo.
Pasaron varios minutos y él no daba señales de vida. Sus compañeros trataron de rescatarlo zambulléndose una y otra vez , mientras Piugtá, en su desesperación comprendía su mala acción. Y entre gritos y llantos, también se arrojó al agua y alcanzó a ver a su bello guerrero, con los brazos abiertos y nadó hacia él.

Con un último suspiro besó tiernamente sus ya, fríos labios y se abrazó a su cuerpo. Entonces Ñande Rú Guazú* se apiadó y perdonó a la princesa y emergió desde el fondo de las aguas una flor blanca que representa a la niña, rodeada de hojas en forma de platos que las resguardan. Hay quienes dicen que es Morotig que por siempre permanecerá a su lado


*PIUGTÁ: color rojo 
MOROTIG: color blanco
ÑANDE RU GUAZÚ: Dios
IRUPE : Flor conocida con el nombre de Victoria Regia (IDIOMA GUARNI)



LEYENDA DEL CEIBO




Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.

Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.

El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera. La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.

Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimien





LEYENDA DEL CEIBO



Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.

Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.

El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera. La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.

Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.

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