MÁS CUENTOS de la producción de nuestro taller.
EL CUADRO
Atravesó la pared como si fuese un fantasma. Una ráfaga de magia la envolvía. Y partió, rauda y feliz,
hacia la calle. Y se perdió entre la gente...Imposible seguir su rastro entre la multitud...
Durante mucho tiempo fue sólo la pintura de una muchacha morena de grandes ojos asombrados mirando
un atardecer eterno, encerrada en un marco que colgaba en la pared de la sala.
Sala de una casa antigua donde más de tres generaciones habían amado, vivido, gozado, sufrido y muerto.
Escuchó risas, llantos, lamentos de mujeres a las que, inconscientemente, envidiaba. Quejidos de madres
pariendo, de niños lanzando sus primeros llantos, suspiros de enamoradas, silencios con dolor de ausencia...
Todo pasaba y se repetía en cada generación.
Sólo ella, la hermosa muchacha morena, seguía en el cuadro, mirando la vida de otros,sin vida propia, con
los ojos perdidos en un atardecer siempre igual, detenido en el tiempo.
Pero un día dijo:-,¡Basta! Quiero amar, sufrir, gozar, reír ¡Vivir!...Y se desprendió del cuadro y atravesó
las paredes y se metió en la vida...
Hoy, en la vieja sala, unos niños miran el cuadro de una mujer morena, de grandes ojos surcados por esas
arrugas que las experiencias dejan como atestiguando que se vivió.
Los niños la miran y le sonríen a esa bisabuela que, según cuenta mamá, hacía las masitas más ricas y
narraba los cuentos más hermosos.
Liliana Cerino
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